

El destino hizo que fuese fabricada por los presos condenados por falsificación de moneda, a cambio de su libertad.
Los movimientos independentistas se hicieron ya patentes a partir del destronamiento de Isabel II en lo que se ha denominado el sexenio revolucionario (1868-1875); en él se produjo un acontecimiento de importancia capital conocido como el Cantón de Cartagena.
El planteamiento de su existencia reside en mantener la pureza de la idea federal incluso con la fuerza de las armas. Es la aventura más romántica a la que nos podemos enfrentar. Toda la sociedad cartagenera: el pueblo, las clases sociales altas, los gobernantes locales, el ejército incluida la marinería, los funcionarios, …( ¡Se suman al movimiento cantonal hasta los reclusos del penal! ) proclaman el Cantón de Cartagena el 12 de julio de 1873. Como el proyecto de constitución es rechazado por las Cortes el presidente Pi y Margall tiene que dimitir acusado de complicidad.
A partir de ese momento Cartagena no es España y se producen hechos como éstos:
- Los gobiernos extranjeros envían embajadas que median entre España y el Cantón independiente.
- El Gobierno Cantonal se pone en contacto con Estados Unidos y solicita formar parte de ellos. Éstos llegan a estudiar la propuesta.
- Declaran la guerra a sus vecinos (Murcia, Alicante …) a los que invaden, bombardean y cobran “impuesto revolucionario” (¿te suena?).
- El Gobierno de la República –insisto, de la República- cerca la ciudad que resiste el asedio durante 6 meses.
- Y como todo estado independiente una de las empresas que acomete es la acuñación de moneda propia como señal de soberanía.
Lo habitual es que cuando una revolución necesita fondos lo haga emitiendo “vales” a los que denomina billetes y que además que lo haga sin control. ¿Qué necesito más dinero? Pues le doy más velocidad a la máquina de estampillar y listo.
En el caso del Cantón de Cartagena la acuñación de moneda rebasa los límites de la honradez pues fabrica sólo 150.000 piezas de 5 pesetas (duros) y de 10 reales (medio duro) en menor cuantía. Pero ahora viene lo bueno ¡con una ley de 925 milésimas!, es decir con mayor pureza que las gubernamentales que eran de 900 milésimas, ¡y con un peso de 28 gramos! frente a los 25 de los duros normales.
Llama la atención lo sobrio de su presencia a la vez que la pureza de sus líneas.
¿Cómo es posible que en una pequeña ciudad y en un tiempo récord (la existencia del cantón dura poco más de medio año) se diseñen y se acuñen estos magníficos ejemplares?
Pues muy sencillo:
- El interés se justifica con la necesidad de sufragar los gastos de la revolución.
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¿El metal? Más sencillo todavía, toda la plata que se pudo incautar junto con la producida en las próximas minas de Mazarrón.
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Pero, ¿dónde se haría la fabricación? En los talleres de calderería de la Maestranza de Artillería del Arsenal de Cartagena, adaptando la maquinaria naval a las nuevas necesidades.
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¿Y quién haría la acuñación? Esto es lo mejor. Basta con leer a Benito Pérez Galdós en sus Episodios Nacionales el titulado “De Cartago a Sagunto”, Cap I: “Elogiando yo la perfección del cuño … ese trabajo lo han hecho los buenos chicos que en nuestro presidio sufrían condena por monederos falsos”.
Y ¿qué pone en las monedas? Pues sigamos leyendo a Galdós: “… por el anverso Revolución Cantonal.-Cinco pesetas; por el reverso, Cartagena sitiada por los centralistas.-Septiembre de 1873”
No era la primera vez que la ciudad de Cartagena acuñaba moneda pues ya lo había hecho en los periodos cartaginés y romano, y siempre con piezas de alto valor numismático. El Cantón de Cartagena se mantuvo independiente hasta el final de la I República, y sólo se rindieron al serles prometido el indulto general. Los cabecillas huyeron en un barco hacia Orán sin que los navíos que habían cercado Cartagena pudieran alcanzarlo, y centenares de cantonales fueron deportados a las Filipinas, a las Marianas y a Cuba.
En los tiempos que corren los independentistas imponen las normas al gobierno de España y se nos presentan como modelos.