Hay cuatro parámetros que inciden en el valor de una moneda, y son: metal, abundancia, conservación y oferta/demanda.
Metal.
Una moneda de oro valdrá siempre más que una de cobre simplemente porque el oro tiene un valor mucho más alto que el cobre.
Según esto el valor será alto en el oro, medio en las piezas de plata y bajo en las de cobre. El resto de metales como vellón, níquel o aluminio tienen un valor del metal inapreciable al igual que el cobre.

¿Cuál sería el valor de esta moneda?
Es de oro y su peso es de 8 gramos. Si su ley es de 900 milésimas hay que restarle 0´8 gramos de su aleación. Nos quedan 7´2 gramos. Si el valor del oro hoy día es de 60´34, euros el gramo tenemos un valor de 424´59 euros.

¿Y cuál es el valor de esta otra?
Prácticamente nada. Pero bueno, el vendedor del mercadillo está allí para algo; digamos 5 euros. ¡Oye, que son dos maravedíes de Felipe II! Pues sí, 5 euros. Y si el vendedor ve tu interés por ella podría decirte 10 euros.
Abundancia-escasez.
La abundancia viene determinada por el número de piezas que se fabricaron. El caso más típico es el del duro de plata de 1869, del que se fabricaron 100 piezas, mientras que del de 1870 se fabricaron casi 6 millones. Las diferencias de precio en ambos casos son espectaculares. Un duro de plata está alrededor de 20 ó 30 euros. ¿Y el de 1869? Pues si tienes uno delante seguro que es falso.
Pero no sólo eso pues hay que tener en cuenta que las piezas más antiguas han ido desapareciendo por la fundición en épocas posteriores. Esto ha ido siempre así. El gobernante tiene un especial interés en que sea su nombre el que aparezca en la moneda, y ¿qué se hacía con las retiradas de la época anterior? Pues fundirlas y convertirlas en la nueva especie. Vamos a pensar un caso: Abderraman III fundió todos los trientes visigodos que cayeron en sus manos para acuñar los primeros dinares de su reinado. Otras veces la fundición tuvo otros motivos, por ejemplo, después de la guerra civil española se recogieron las monedas de cobre que se habían fabricado desde 1870 con el Gobierno Provisional y Alfonso XII (perrasgordas, perrillas, dos céntimos y centimillos) para la electrificación de líneas férreas. En este caso no varió el precio dado la gran abundancia de ellas, por lo que muchas se salvaron de la “quema”.
Denario de Faustina “Joven”
Alfonso XIII, una peseta de 1900, Madrid
Estas dos piezas son de plata y con un peso similar. La primera, un denario romano, siempre tendrá un valor muy superior a la segunda, una peseta de Alfonso XIII simplemente porque las primeras son más escasas que las segundas (70 u 80 euros en las primeras por 7 u 8 euros las segundas).
Otros ejemplos: los dirhames califales digamos normales se cotizan en 30 – 40 euros, sin embargo en la subasta de la colección de Sebastián Gaspariño uno del año 399 H que correspondería a “Sanchuelo”, justo antes de la guerra civil, se puso en los 800 euros.
En la subasta de la colección Tonegawa recién efectuada un dinar del año 108 de la Hégira, Periodo de Gobernadores por tanto, se ha vendido por 30.000 euros. Sí, he puesto 30.000 euros.Y otro dinar de Abderramán III del 317 de la Hégira por 12.000 euros. Se trata como podéis imaginar de piezas no raras sino únicas y en muy buena conservación.
Estos dos últimos dinares se los ha quedado el Patrimonio Nacional por el derecho de tanteo/retracto, lo que nos da idea de la importancia de ambos.
Como se puede apreciar, éste, la abundancia-escasez, es el elemento mejor valorado de entre los cuatro.
Conservación
Es básica para un coleccionista. Una pieza en mala conservación carece de valor. Cuando asistimos a una subasta importante sólo aparecen piezas en calidad superior, lo que se conoce como MBC (Muy Buena Conservación). Vamos a poner como ejemplo dos piezas similares:
Enrique II de Castilla, reales de vellón sin datar
Se trata de dos piezas de real de vellón de Enrique II de Castilla, con una evidente distinta conservación. En el primer caso su valor es inapreciable mientras que en el segundo perfectamente se podría situar en los 70/80 euros.
Vamos a poner otro ejemplo:
Abderramán III, dirhames del 330 H ceca de Al Andalus
Ahí tenemos dos dirhames del mismo año. Son exactamente iguales. Sin embargo el primero, aunque no tiene roturas, se encuentra muy gastado. El segundo, en cambio, está perfecto. El primero no superará los 10 euros mientras que el segundo se cotizaría en una subasta por 70 u 80 euros. Ese valor no estaría afectado por la escasez de las piezas ya que estamos ante un año no raro.

En este caso, estos 4 reales de Madrid de 1814 son raros; en cambio su conservación se queda en regular, lo que rebaja su valor de forma muy considerable.
La conservación puede ser crucial ante determinadas piezas. Las perrasgordas de Alfonso XII, a las que ya nos hemos referido, son por ejemplo encontradas siempre muy gastadas, en ocasiones sin que se aprecien dibujos en sus caras. Pues bien una perragorda de Alfonso XII en muy muy buena conservación, digamos sin circular puede alcanzar precios altísimos iguales y superiores a los 1000 euros. El detalle que las identifica es la patilla del rey. Y es una pieza de cobre muy abundante que normalmente no vale nada.
2 maravedíes de Felipe II con resellos
Se trata en este caso de un resello de los Austrias. Aunque se le vé el año 1655 que corresponde a uno de sus resellos y la ceca de Granada a otro de ellos, el valor del mismo es muy bajo debido a su mal estado, 2 ó tres euros por decir algo y tirando por alto.
Oferta-demanda
Depende de otros factores como la moda. He conocido momentos en los que las monedas de Isabel II tenían un precio relativamente alto. ¿La causa? Pues posiblemente se habían puesto de moda, o lo que es lo mismo, en ese momento había muchos aficionados que se inclinaban a coleccionarlas.
De siempre se han cotizado muy alto los columnarios de 8 reales. La causa está en que además de que hay pocos la demanda es alta; hay un gusto por ellos. Son los famosos “duros de Cádiz”.
Denario de Julia Domna
Dirham de Muhammad I, 261, Al Andalus
La moneda hispano-musulmana tiene un precio más bajo de lo esperado. Habría que explicarse este hecho a la ausencia de retratos junto a la dificultad de su lectura. Cuando te enfrentas a un denario romano, mal que bien todos tenemos un fácil acercamiento a su escritura latina, y en lo relativo al retrato hay veces que sólo con verlas las asocias a determinado personaje. Es el caso de Claudio por ejemplo, o las republicanas que se identifican con facilidad. En cambio en un dirham musulmán, si no tienes ninguna experiencia en ellos, sus escrituras parecen garabatos. Consecuencia en este caso: hay muchos aficionados a los denarios y pocos a los dirhames, lo que supone un precio alto en los primeros en comparación a los segundos (80 y 30 euros respectivamente)
Llegados a este punto,
¿Cuánto vale una moneda?
Lo que te den por ella